Es
muy probable que el primer bolso fuese un puñado de pieles en el que se llevaban
alimentos.
Desde
esos inciertos comienzos, el bolso ha sufrido cambios inimaginables hace
algunos siglos. Uno de los más antiguos, es una bolsa del S. V encontrada en
Escitia. Se trata de un bolso que se llevaba colgado a la cintura. Este tipo de
bolsas fue el más usado, tanto por hombres como por mujeres y, en la Edad
Media, sólo se distinguían por variaciones ornamentales propias de cada sexo.
Fue
a partir del S.XV cuando aparecen las “limosneras”, bolsos pequeños, muy
adornados que denotaban clase y estilo. Las bandoleras eran sólo para los
campesinos.
En
el S.XVII comienzan a usarse unos bolsillos, tipo pera, que se ataban a las
caderas. Surgen también los bolsillos cosidos, que acaban con la necesidad, de
los hombres de la época, de llevar monedero.
En
el parís de 1790 surgen los vestidos Imperio, seguidos de los bolsos. El primer
paso, fue ponerle un cordón a los bolsillos, a modo de correa, para llevarlos
en la mano. Se les llamaron “retículas”, del Latín reticulum. La prensa de la
época dio en burlarse del nuevo complemento, diciendo que las mujeres llevaban
a la vista ropa interior. Aprovecharon su denominación para rebautizarlos con
el nombre de “ridículos”. Hacia 1805, las burlas ya no importaban y, no había
mujer que no saliese a la calle sin su “ridículo”.
Los
primeros bolsos de piel surgen hacia 1810. Éste quedaba perfectamente cerrado,
lo que permitía a las mujeres llevar sus objetos personales ocultos.
No
se puede hablar de la historia del bolso sin hacerlo también de la emancipación
de la mujer. ¿Quién necesitaba depender la un marido cuándo el bolso Lantarne
de Elsa Schiaparelli (1938) podía contener cigarrillos, cosméticos, llaves,
dinero y una linterna?
Fuente: Bolsos, el poder de un accesorio. Anna Johnson. Ed. H.F. Ullmann, 2005.
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